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Foto del escritorSara Bárcena

Actualizado: 1 dic 2020

Venga, por una vez, vamos a ser sinceros. Lo haces tú… Lo hago yo… ¡Lo hacemos todos! Todos nos volvemos un poco “locos” cuando se trata de hacer algo que nos gusta. No importa si es un viaje, una comida en nuestro restaurante favorito o ir a un concierto. Las mariposillas empiezan a revolotear por el estómago y ya no hay forma de sacar esa idea de la cabeza. Eso sí, hay que reconocer que en el caso de los conciertos… A algunos, a veces… Pues bueno, digamos que se les va un poco la pinza.


Esta admiración irracional, ha llevado a miles de fans a pasar horas y horas haciendo cola para poder ver en directo a sus artistas favoritos. Bueno, qué digo horas… Algunos hasta días. ¡Incluso semanas!


La verdad es que es una auténtica locura. Me parece tan… increíble. Porque lo es. Realmente lo es. Cuesta creer que tantísima gente haga colas eternas (y a veces hasta peligrosas) de forma voluntaria y por placer. Eso incluye pasar noches a la intemperie con frío y lluvia, días pillando una insolación, malcomiendo… ¡Es que esto es el espíritu fan! De todas maneras, creo que hay comportamientos (incluido este) que sólo los que viven y sienten la música de tal manera pueden entender.


Pero no penséis que pasar días haciendo cola es la mayor de las fanati-locuras. No, no. Durante la última década ya ha quedado más que claro que el fenómeno fan no tiene límites. De hecho, una adolescente incluso ofreció su virginidad a cambio de una entrada para un concierto de Justin Bieber. Si eso no es no tener límites, entonces no sé qué es.


Por otra parte, y dejando las locuras a un lado, cabe destacar el gran manejo que los fans tienen de las redes sociales. Hoy por hoy, ya han conseguido convertirlas en su herramienta favorita para acercarse a sus ídolos e interactuar con otros fans y, a veces, ¡hasta con los propios artistas!


Además, muchas de las grandes emisoras de música sortean a menudo entradas para conciertos y, obviamente, están presentes en las redes. Los fans, no ajenos a ello, participan de forma masiva en estos concursos. Algunos incluso piden a sus amigos y familiares que participen en su nombre.


Más allá de la diversión, también hay quien opta por ir a un concierto A TRABAJAR. Sí, así es. Son muchas las personas que no se pueden permitir pagar una entrada y más aún las que creen que trabajar en la organización de un concierto es una gran idea. Muchos fans han conseguido así ver actuar a sus cantantes favoritos en directo: montando escenarios, vendiendo comida, organizando las entradas y salidas del recinto, sentando a los asistentes… Y lo cierto es que, pensándolo bien, de esta manera no sólo consigues ver a tu ídolo en vivo, sino que además te pagan por ello. ¿¡No es genial!?


Otra “curiosa” forma de conseguir entradas para un concierto es… ¡Pasando un casting! Así es, amigos. ¡Un casting! Ahora mismo, por ejemplo, con motivo de los MTV EMA 2018, en el BEC de Bilbao se está celebrando el MTV EMA Challenge: los fans tendrán 1 minuto para demostrar al jurado (formado por especialistas e influencers) que son merecedores de disfrutar, en primera fila, del evento. Para ello, tendrán que animar, saltar y bailar al ritmo de su canción favorita, crear una coreografía, vestirse como su ídolo… ¡Cualquier cosa! Solo 2.500 lo conseguirán. El único requisito es ser mayor de 16 años el día que se celebre el evento (domingo 4 de noviembre).


Muchos han recibido esta oportunidad como una experiencia divertida e inocente. Otros, sin embargo, la han criticado por “ridiculizar” a las personas. Personalmente… pues no lo sé, la verdad. ¿Dónde está el límite? Porque no lo tengo claro. Cada uno es libre de hacer lo que quiera, por supuesto, es totalmente respetable, pero está claro que no todos llegaríamos a hacer cualquier cosa por ir a un concierto… Yo no, desde luego.


Para mí, la admiración tiene un límite. Y tú, ¿hasta dónde llegarías por ir a un concierto?

 

Concursos de emisoras musicales:

Trabajar en conciertos y festivales:

MTV EMA 2018 (BEC, Bilbao):

Espero que os haya gustado 😉

¡Nos vemos pronto por aquí!


SoySara.


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Actualizado: 1 dic 2020

El pasado jueves once de octubre, Nagore Gore, miembro-fundador del grupo de cabaret Las Fellini, acudió a la I Jornada LGTB+ y Comunicación de la Universidad del País Vasco. La mesa redonda, que se celebró a lo largo de la mañana en el auditorio de la facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación, giró en torno a la visibilidad y las libertades de este colectivo. Gore, con un atuendo de lo más llamativo, habló sobre sus inicios en el mundo del espectáculo transformista y se metió al público en el bolsillo en apenas unos minutos.


La I Jornada LGTB+ y Comunicación se estaba celebrando en el auditorio de la facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de UPV/EHU. La hora de comer estaba cerca y no había mucha gente, pero el público esperaba expectante a Nagore Gore. Con una peculiar peluca roja y una barba totalmente canosa, Gore, miembro fundador del grupo de cabaret Las Fellini, subió al escenario dispuesta a hablar sobre transformismo.


“Estoy acostumbrada a actuar, pero no a dar charlas…” –comenzó nerviosa Nagore Gore- “Además, mi presbicia no me deja leer bien la pantalla”. Ocasionando así una tímida risa entre el público, la artista empezó a rememorar el origen de Las Fellini. El grupo de cabaret nació en un bar llamado Bailongo, en Bilbao. Desde entonces, además de actuar en lugares aleatorios, han estado siempre en el Badulake (¡cada jueves!).


El mundo del transformismo, el mundo drag, se empezó a conocer más en los años 90. Según Gore, “todo era color y fantasía” y ellas solo querían divertirse y salir al escenario en clave de humor. A lo largo de los años, Las Fellini han generado un gran impacto por su parodia y crítica social constante. “Nos gusta pensar que la gente, una vez que nos ve actuar, sale con la mente un poco más abierta”, aseguró.


Con el público totalmente a sus pies, la artista planteó lo siguiente: “¿Por qué mi aspecto?”. Aunque vista de mujer, su enorme barba le delata. Tranquila, explicó que, en su vida diaria, quiere mantener su identidad como hombre; en el escenario, prefiere explotar su “lado femenino”. Dicho esto, defendió que cualquiera puede ser travesti: “Da igual lo que tenga en la entrepierna”, zanjó.


Nagore Gore aprovechó también para criticar el tema del glamour en el transformismo: “Si te subes como transformista a un escenario, ¿por qué hay que ir glamurosa? Hay que ir como cada uno se sienta a gusto y punto”. A raíz de eso, nacieron las barbas, las medias rotas, las pelucas de colores… “Es muy necesario reírnos de los roles” –advirtió- “Lo importante es que haya diversidad, y respetarla, y reivindicarla”.


Sin dudarlo ni un segundo, Gore dejó claro que los prejuicios acaban con nosotros. “¿Qué es ser masculino? ¿Se puede ser femenino teniendo barba?”, cuestionó. Por eso, recordó a los jóvenes la importancia de reivindicar la libertad de actitud: “Si tienes pluma, si no tienes pluma… ¡Qué más da!”. Asimismo, insistió también en la libertad de vestimenta: “Vestid como os guste a vosotros, no a los demás”.


Para acabar, Nagore Gore concluyó: “Ojalá algún día ver a un travesti presentando los informativos o a una lesbiana, de éstas que se ve que lo son, como presentadora de un programa de máxima audiencia”. Por todas estas cuestiones sin normalizar, y con un caluroso aplauso del público, Gore cerró su discurso recordando lo necesario que es seguir luchando por la “visibilidad” y por la “formalización” del colectivo LGTB+.

 

¡Si queréis saber más acerca de Nagore Gore y Las Fellini, no dudéis en visitar su página web!


Redes sociales: Facebook – Twitter Instagam – Youtube

Recomendación: Webserie Rosaura

Enlaces interesantes:


Espero que os haya gustado 😉


¡Nos vemos pronto por aquí!


SoySara


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Foto del escritorSara Bárcena

Actualizado: 1 dic 2020

Estábamos en segundo de bachillerato. Último curso. Todos los años que habíamos pasado juntas en el colegio llegaban a su fin. ¿Y qué mejor despedida que hacer un viaje con amigas en verano para cerrar esa etapa?


Al principio, la mayoría queríamos viajar por Europa durante un mes. Pero, cuando vimos que no era posible, empezamos a buscar alternativas. Entonces, la madre de una amiga lo propuso: Portugal. ¿Portugal? ¿Qué había allí? ¿Y por qué tendríamos que querer ir?


En aquel momento, no era un país que estuviese especialmente de moda, al menos no cómo lo está hoy en día. Todos sabemos que la zona del Algarve (al sur), sobre todo, se hace eco cada verano en redes sociales como Instagram.


Pero a lo que iba, empezamos a investigar qué podía tener Portugal que nos pudiera interesar. No queríamos fiesta, simplemente. También buscábamos hacer turismo, conocer sitios nuevos, explorar y perdernos por las calles de cada ciudad que pisáramos.


Después de abusar mucho de Internet (pero mucho), dimos con la solución. Nos iríamos durante dos semanas a recorrer distintas ciudades del país. Y así lo hicimos. Ah, pero no penséis que la aventura empezó allí. No, no. ¡Qué va! Empezó en el aeropuerto, antes, incluso, de pasar el control. Estábamos casi todas; sólo faltaba una por llegar. Pero no llegaba. Y no llegaba. Y, NO, LLE-GA-BA. Eso por un lado. Por el otro, de repente, otra se había dejado el pasaporte en casa. ¡Genial! Toooodas taquicárdicas. Había que pasar el control cuanto antes o perderíamos el avión.


Bueno, pues después de muchos nervios (muchos, muchísimos nervios), por fin estábamos sentadas. TODAS. A punto de despegar. Y, tras un vuelo de lo más interesante, habíamos llegado a nuestro destino. Estábamos en Portugal.


Estuvimos tres noches en Oporto, otras tres en Lisboa y, para acabar, siete en Albufeira. Un total de trece días en los que nos pasó de todo.


Oporto es pequeño y en tres días da tiempo de sobra a conocerlo. Además, es una ciudad con mucho encanto. Visitamos bodegas, dimos un paseo en barco… Nos encantó.


En cuanto a Lisboa… Lisboa es capital. No niego que sea preciosa, pero es más grande y hay mucha gente. Y, teniendo en cuenta que un día fuimos de excursión a Belem, yo diría que me faltaron un par de días más para conocerla en condiciones.


Y Albufeira es el típico pueblo del sur con casitas blancas, puestos en cada esquina, el casco antiguo, los bares para guiris… Lo justo para dormir, comer, ir a la playa y salir de fiesta. Así, una y otra vez, durante toda una semana. Relax absoluto.


En fin, que este viaje da para mucho. En los siguientes posts os contaré más detenidamente qué vimos en cada ciudad. ¡Así que estad atentos a mis redes sociales!


Por ahora, os dejo algunas fotos del viaje 😉

¡Nos vemos pronto por aquí!


SoySara.

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