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Foto del escritorSara Bárcena

Actualizado: 30 nov 2020

Dos disparos en el pecho, otro en el hombro. Sin vida. Un último en la cabeza, por si acaso.

Así moría el 7 de octubre de 2006 la reportera de guerra más famosa de Rusia, acorralada como un animal en el ascensor de su edificio en Moscú, exactamente el mismo día que el presidente ruso Vladímir Putin cumplía 54 años.

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Anna Politkóvskaya, periodista y activista por los derechos humanos


Anna Politkóvskaya, una mujer delgada y de pelo gris, cargada con bolsas llenas de comida, obsesionada con la alimentación de su hija Vera, que estaba embarazada.


Su familia sabía que era una mujer valiente, y que estaba preparada para morir. Ella misma había ensayado su muerte. Solo esperaban que ese “macabro teatrillo” le quitara las ganas de seguir investigando.


Rusa y con ascendencia ucraniana, Anna Politkóvskaya nació en Nueva York en 1958, bajo el nombre de Anna Mazepa. Preocupada por la situación de su país de origen, se formó como activista por los derechos humanos y estudió periodismo en la Universidad Estatal de Moscú, donde se graduó en 1980.


Sus primeros pasos en el periodismo los dio en el periódico Izvestia en 1982. Más tarde, en 1994, ascendió trabajando cmo editora de emergencias para Óbshchaya Gazeta, pero acabó trabajando en el periódico más importante de Rusia, Nóvaya Gazeta, en 1999. Allí escribía columnas para la versión digital. Allí cumplió su último trabajo. Y, allí, su mesa no ha vuelto a ser ocupada.


Fueron sus reportajes sobre la Segunda Guerra Chechena los que la catapultaron a la fama. Muchos periodistas fueron secuestrados o asesinados cubriendo ese conflicto. En su caso, las fuerzas militares rusas la arrestaron e hicieron partícipe de una simulación de ejecución a manos de un alto cargo.


Todo el mundo la dio por muerta, pero ella decidió narrar el abuso que padeció por parte de los dirigentes chechenos en aquella aldea y compartirlo con el mundo.


Sus artículos, críticos y reveladores para muchos, desvelaban una cantidad desorbitada de datos. Por eso, su profundo trabajo de crítica e investigación fue reconocido con numerosos premios internacionales, entre los que destaca el Premio PEN USA Libertad de Expresión, que ganó en 2002.


Ese tesón por investigar e informar continuamente sobre el conflicto checheno y las actuaciones de Putin en Rusia, la convirtió, probablemente, en la periodista “más libre” del país. De hecho, publicó su obra más reciente, La Rusia de Putin: la vida en una democracia fallida, sin miedo alguno a las posibles represalias del presidente ruso.


Sobrevivió además a un envenenamiento y fue detenida por entrevistar a varias familias vejadas en Chechenia. Y las continuas amenazas de muerte por su trabajo la persiguieron durante toda su vida, pero no consiguieron callarla.


Anna Politkóvskaya tenía claro cuál era su objetivo: contar lo que estaba ocurriendo y dar voz a quienes no la tenían. “Lo que sé, lo cuento”, aseguraba en vida.

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Foto del escritorSara Bárcena

Actualizado: 1 dic 2020

¡¡He vuelto!! Después de un largo parón, entre navidades, exámenes y algún que otro viajecito, ya iba siendo hora de retomar el blog. Y, para empezar con ganas, hoy escribo sobre algo que me encanta: viajar.


Hace ya unos meses, en octubre o noviembre (más o menos), empezamos a pensar en hacer un viaje, corto y por Europa, nada más acabar los exámenes de enero. La verdad es que nos costó bastante organizarnos al principio. Los precios subían y bajaban como locos y cambiábamos de destino cada día. Hasta que lo tuvimos claro: BÉLGICA.

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Fuente: Wikipedia


Bélgica, sí. El país del chocolate y la cerveza. El paraíso para nosotras 🤤. En pleno enero, con nieve, lluvia y viento a cascoporro. Pero con chocolate y cerveza en mano… Pues la vida es mucho mejor, ¡para qué vamos a mentir!

Por ahora me voy a centrar en cómo organizamos el viaje en general, más adelante ya haré un post detallando lo que vimos en cada ciudad 😉.
 


RUTA 

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La idea principal era visitar varias ciudades, así que optamos por hacer una ruta de 5 días, del 23 al 27 de enero. Organizamos el viaje de forma que nos diera tiempo a estar al menos 24 horas en cada destino.


B

VUELOS I/V 

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Volamos con Brussels Airlines, tanto para ir como para volver. Como compramos los vuelos con algo de antelación (sí, para nosotras 2 meses es antelación), procuramos elegir unos horarios que nos permitieran disfrutar lo más posible de esos días.


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Dos o tres semana antes del viaje, por curiosidad, miramos a qué precio estaban los mismos vuelos que nosotras habíamos comprado en noviembre. Casi. Nos da. Un. Infarto. ¡¡La ida estaba a unos 200€ y la vuelta a ciento y pico!! 😱😱😱

HOSTALES

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En cuanto a los hostales, dos los reservamos en Booking.com y otros dos a través de sus páginas web oficiales. Todos los precios son por persona y noche e incluyen el IVA y el impuesto municipal de cada ciudad.

  1.  Brujas ⇒ St. Christopher’s Inn ⇒ 17’02€/pp

  2. Gante ⇒ Hostel Uppelink ⇒ 19’15€/pp

  3. Amberes ⇒ Boomerang Antwerp ⇒ 20€/pp

  4. Bruselas ⇒ 2GO4 Quality Hostel ⇒ 29’08€/pp

Cuando haga los posts sobre cada destino os daré mi opinión acerca del hostal de la ciudad en cuestión (ubicación, relación calidad/precio, limpieza, ruido, etc.).

TRANSPORTE 

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Las distancias en Bélica son realmente cortas así que optamos por movernos en tren, comodísimo y super recomendable.


Una vez allí, compramos el GO PASS 10, un pase de tren multipersonal para menores de 26 años que permite hacer 10 trayectos por Bélgica durante un año. Cuesta 53€, pero al ser transferible lo usamos para dos personas. Cada una pagamos 26’50€. De esta manera, cada viaje te sale a 5’30€, en vez de a los 6€, 7€ u 8€ habituales (según las distancias).

Eso sí, tened en cuenta que todos los trayectos que tengan como origen o destino el Aeropuerto de Bruselas National – Zaventem exigen pagar también la tasa Diabolo de 5’30€.
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MUY IMPORTANTE: El GO PASS 10 viene acompañado de un ticket de cartón con espacio para poner los datos de los 10 viajes. Ni se os ocurra subir al tren sin haber rellenado antes la fecha, la hora, el origen y el destino. Los revisores no pasan siempre, pero son muy estrictos y si te pillan te pueden echar del tren o ponerte una buena multa.

Otro dato curioso, y que os puede interesar si visitáis Gante y Amberes en el mismo viaje, es que hay un bono de transporte que vale para ambas ciudades. Su precio es de 16€ y permite realizar 10 viajes en autobús urbano y tranvía (1’60€ por viaje).

Gante no es una ciudad demasiado grande, pero el transporte es necesario para moverse desde o hasta la estación de trenes. En el caso de Amberes, todo lo turístico está céntrico, pero nuestro alojamiento se encontraba en el Barrio de los Diamantes, el barrio judío, y para volver de noche… Pues era un paseíto.

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La verdad es que el viaje a Bélgica fue toda una experiencia. Pateamos Brujas nevado y de noche como unas 5 veces en dos horas, flipamos (y medio descalzas) con la cerveza en Gante, nos perdimos muy mucho en Amberes, salimos de fiesta por Bruselas… Y la lluvia no nos dejó ver demasiado el último día (bueno, la resaca tampoco 😂). Habrá que volver…

Intentaré no tardar demasiado en contaros cómo fue conocer cada ciudad. Por ahora, os dejo unas fotillos del viaje 😋.

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Foto del escritorSara Bárcena

Actualizado: 1 dic 2020

Dicen que Santillana del Mar es la villa de las tres mentiras, porque ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Lo que sí es, es bastante pequeñita. El centro se limita a dos calles principales que puedes recorrer de arriba a abajo diez veces sin apenas darte cuenta (no hay mucho más).


Nosotros estuvimos 3 noches, y sí, para un pueblo como este es demasiado tiempo, pero íbamos en plan relax. Llegamos a Santillana el jueves por la tarde y nos fuimos el domingo a la mañana, así que realmente sólo estuvimos viernes y sábado al completo. Además, nos dedicamos principalmente a comer, a pasear y a dormir (a dormir mucho).


El jueves, como ya he dicho, llegamos por la tarde. Estábamos cansados así que decidimos no salir. Habíamos llevado algo de embutido, aceitunas, patatas de bolsa… Y picamos algo en la habitación.


El viernes ya salimos a curiosear. Yo ya había estado en Santillana un par de veces antes, pero era bastante pequeña así que tampoco tenía muchos recuerdos. Empezamos a caminar por la Calle de la Carrera, que es donde se encontraba nuestro hotel, y seguimos por la Calle Cantón hasta llegar al famoso abrevadero. Justo ahí dimos con la Colegiata de Santa Juliana. En los alrededores de la plaza hay restaurantes, tiendas de productos típicos y algún que otro pequeño museo.

La hora de comer estaba cerca, así que fuimos a una sidrería a tomar el aperitivo. Mientras, nos decantamos por comer en el restaurante El Cantón. Comimos un menú del día de 15€. De primero, pedimos tallarines y risotto, que estaban, de verdad, espectaculares (el mejor risotto que he probado en mi vida). De segundo, carrilleras con patatas, un plato sencillamente perfecto. Y las natillas caseras de postre… Deliciosas. ¡Hasta el pan estaba rico!

Después de la comilona fuimos al hotel a echarnos un rato. Cuando quisimos salir otra vez llovía, así que decidimos ir a ver el Museo de la Tortura (4€). Hay más de medio centenar de instrumentos de tortura y pena capital por todo el edificio. Aunque las explicaciones podrían ser bastante más gráficas, se te queda mal cuerpo igualmente.

Al salir del museo era completamente de noche, así que fuimos a tomar algo a la Plaza Mayor y volvimos pronto al hotel. Todavía nos quedaba algo de embutido y después de la comilona del mediodía tampoco es que tuviésemos demasiado hambre.


Al día siguiente, sábado, nos dedicamos a hacer fotos por el pueblo y a pasear. Aprovechamos también para comprar imanes y una quesada. Y ya un poco cansados, volvimos a la sidrería del día anterior y buscamos dónde comer. Elegimos el restaurante La Villa. En este caso, el menú nos costó 17’50€. Pedimos cocido montañés y crema de marisco de primero y confit de pato al oporto y escalopines ibéricos rellenos de setas y queso de segundo. El cocido… Increíble. De postre, un riquísimo arroz con leche.

Después de comer fuimos a visitar el interior de la Colegiata (3€). Es una iglesia bonita, pero el claustro está menos cuidado y las explicaciones que se oyen por los altavoces no se entienden bien… Justo en la entrada del claustro, varios ponis y caballos pasean a niños y mayores por un pequeño prado.

La noche fue bastante tranquila. Salimos y estuvimos paseando hasta dar con el restaurante Ojáncano. Cenamos un solomillo (demasiado hecho, para mi gusto) y una lubina, ambos a la plancha. De postre, un chupitillo de Baileys.


Nada más acabar de cenar nos fuimos directos al hotel. Al día siguiente tocaba volver a casa.

 

Y esto ha sido todo por ahora. Espero que os haya gustado 😊 

SoySara

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