Dicen que Santillana del Mar es la villa de las tres mentiras, porque ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Lo que sí es, es bastante pequeñita. El centro se limita a dos calles principales que puedes recorrer de arriba a abajo diez veces sin apenas darte cuenta (no hay mucho más).
Nosotros estuvimos 3 noches, y sí, para un pueblo como este es demasiado tiempo, pero íbamos en plan relax. Llegamos a Santillana el jueves por la tarde y nos fuimos el domingo a la mañana, así que realmente sólo estuvimos viernes y sábado al completo. Además, nos dedicamos principalmente a comer, a pasear y a dormir (a dormir mucho).
El jueves, como ya he dicho, llegamos por la tarde. Estábamos cansados así que decidimos no salir. Habíamos llevado algo de embutido, aceitunas, patatas de bolsa… Y picamos algo en la habitación.
El viernes ya salimos a curiosear. Yo ya había estado en Santillana un par de veces antes, pero era bastante pequeña así que tampoco tenía muchos recuerdos. Empezamos a caminar por la Calle de la Carrera, que es donde se encontraba nuestro hotel, y seguimos por la Calle Cantón hasta llegar al famoso abrevadero. Justo ahí dimos con la Colegiata de Santa Juliana. En los alrededores de la plaza hay restaurantes, tiendas de productos típicos y algún que otro pequeño museo.
La hora de comer estaba cerca, así que fuimos a una sidrería a tomar el aperitivo. Mientras, nos decantamos por comer en el restaurante El Cantón. Comimos un menú del día de 15€. De primero, pedimos tallarines y risotto, que estaban, de verdad, espectaculares (el mejor risotto que he probado en mi vida). De segundo, carrilleras con patatas, un plato sencillamente perfecto. Y las natillas caseras de postre… Deliciosas. ¡Hasta el pan estaba rico!
Después de la comilona fuimos al hotel a echarnos un rato. Cuando quisimos salir otra vez llovía, así que decidimos ir a ver el Museo de la Tortura (4€). Hay más de medio centenar de instrumentos de tortura y pena capital por todo el edificio. Aunque las explicaciones podrían ser bastante más gráficas, se te queda mal cuerpo igualmente.
Al salir del museo era completamente de noche, así que fuimos a tomar algo a la Plaza Mayor y volvimos pronto al hotel. Todavía nos quedaba algo de embutido y después de la comilona del mediodía tampoco es que tuviésemos demasiado hambre.
Al día siguiente, sábado, nos dedicamos a hacer fotos por el pueblo y a pasear. Aprovechamos también para comprar imanes y una quesada. Y ya un poco cansados, volvimos a la sidrería del día anterior y buscamos dónde comer. Elegimos el restaurante La Villa. En este caso, el menú nos costó 17’50€. Pedimos cocido montañés y crema de marisco de primero y confit de pato al oporto y escalopines ibéricos rellenos de setas y queso de segundo. El cocido… Increíble. De postre, un riquísimo arroz con leche.
Después de comer fuimos a visitar el interior de la Colegiata (3€). Es una iglesia bonita, pero el claustro está menos cuidado y las explicaciones que se oyen por los altavoces no se entienden bien… Justo en la entrada del claustro, varios ponis y caballos pasean a niños y mayores por un pequeño prado.
La noche fue bastante tranquila. Salimos y estuvimos paseando hasta dar con el restaurante Ojáncano. Cenamos un solomillo (demasiado hecho, para mi gusto) y una lubina, ambos a la plancha. De postre, un chupitillo de Baileys.
Nada más acabar de cenar nos fuimos directos al hotel. Al día siguiente tocaba volver a casa.
Y esto ha sido todo por ahora. Espero que os haya gustado 😊
SoySara
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